Una jubilada triunfa con una empresa fundada en el garaje y con sólo la receta de su tarta de queso

Cuando la granadina Pilar Molina se jubiló como profesora de Lengua y Literatura, tras 35 años en las aulas, no imaginaba que estaba a punto de convertirse en empresaria. Y mucho menos en la fundadora de una exitosa cadena de repostería que da trabajo hoy a medio centenar de personas y distribuye sus tartas por toda España bajo un nombre tan entrañable como revelador: La Tarta de la Madre de Cris.

“Yo soy la madre de Cris”, reivindicó categóricamente al conversar con este medio, con una energía que ya querrían para sí muchos jóvenes emprendedores. “Nunca pensé en montar un negocio. No tenía nada que ver con la repostería”, confesó acto seguido Pilar Molina.

Y, sin embargo, la tarta de queso que durante años preparó para amigos, familiares y compañeros del instituto de sus hijos terminó por convertirse en el eje de una empresa familiar que ha desbordado todas las previsiones.

La Tarta de la Madre de Cris empezó en el garaje, como las ‘startups’ estadounidenses

Todo empezó hace 11 años, en la tienda de ropa que su hija Cristina abrió en Granada. En el aniversario del local, Pilar preparó algunas delicias caseras, entre ellas su ya famosa tarta de queso. Lo que debía ser un detalle para acompañar la celebración se convirtió en el centro de atención. “Los clientes dejaron de preguntar por la ropa. Sólo querían la tarta de la madre de Cris”, recordó entre risas.

Uno de los asistentes, gerente de un restaurante, le preguntó por qué no la comercializaba. A Pilar le pareció una idea divertida. Su familia pensó que se había vuelto loca. Ella, sin experiencia en el mundo de la empresa, decidió seguir su instinto y se puso a amasar el concepto sobre el que construiría el nuevo negocio.

Con la ayuda de su marido –farmacéutico de profesión– y asesorada por vecinos veterinarios expertos en sanidad alimentaria, montó un pequeño obrador en el garaje de su casa. Así nació La Tarta de la Madre de Cris, con un único producto en el catálogo: una tarta de queso artesana, con ingredientes naturales y sin aditivos industriales.

En apenas tres años, el obrador se quedó pequeño

El negocio crecía a base de boca-oreja y de un producto que enamoraba desde el primer bocado. “Pasamos a una nave en un polígono, con más de 1.000 metros cuadrados, y empezamos a contratar más personal”, rememoró Pilar. Hoy cuenta con siete establecimientos en cuatro ciudades: Granada, Málaga, Sevilla y Madrid.

Además, distribuyen sus tartas a restaurantes, tiendas gourmet y particulares de toda España. En tiempos de pandemia, la venta online se convirtió en una alternativa necesaria. Desde entonces, complementa sus canales de venta físicos. Pero el trato personal y directo sigue siendo el motor principal de este negocio que no ha dejado de ser familiar pese a expandirse.

La receta, contó Pilar, sigue siendo la misma que hacía en casa, y su compromiso para sus golosos clientes es mantener la misma calidad. “Es rentable, pero no lo que sería si fuera industrial. Y no vamos a hacer nunca una tarta industrial. Yo lo que quiero es hacer una tarta buena, que le guste a la gente y que siga siendo la tarta de la madre de Cris”, explicó.

A día de hoy, la empresa ofrece hasta 13 variedades de tarta de queso: con queso azul, con licor Baileys, con trufa, o con galletas Lotus, entre otras. También elaboran brownies y galletas. Aun así, la estrella indiscutible sigue siendo la original. “Todo el mundo hace tartas de queso ahora, pero cada receta es como una partitura. Lo importante es cómo se interpreta”, reflexionó Pilar, citando a la chef Carme Ruscalleda.

Pilar Molina considera que emprender con cierta edad tiene ventajas

Cuando inició esta aventura, Pilar tenía 60 años. Hoy, con 70, echa la vista atrás con asombro por haber sido capaz de trabajar 16 horas diarias y lo compara con su vida anterior como asalariada, en la que “venía de ser profesora con vacaciones en verano, Navidad y Semana Santa”, frente a la ausencia de descanso en un negocio que compensaba con “mucha ilusión y muchas ganas”. Aunque, echando la vista atrás, ahora le parece imposible repetir aquel ritmo.

Lejos de verlo como una desventaja, considera que emprender con una edad madura tiene ventajas: “Sabes lo que quieres hacer, ya has vivido mucho y no estás pensando en lo que estás perdiendo. La realidad del emprendimiento es dura, y a veces los jóvenes se llevan una decepción. A mi edad, estás más curtida”

El futuro de su negocio pasa por sus hijos y por seguir emprendiendo

Sus tres hijos forman parte activa del negocio. Cristina gestiona la tienda de Málaga; su hermana mayor, arquitecta, ha abierto las tiendas de Sevilla; y Pablo, licenciado en Comunicación, trabaja en el área de marketing. Su marido vendió media farmacia para dedicarse a la gerencia del negocio familiar.

“Todavía no está totalmente organizado el relevo, pero estamos en ello. Yo ya no voy al obrador todos los días, sólo para las nuevas recetas o si surge algún problema”, explicó Pilar, que aunque ha sido el fermento de esta empresa familiar, valora el papel de todos los ingredientes que la han hecho posible y asegurarán su futuro.

Montar un negocio alimentario no es sencillo, pero Pilar considera que, los trámites fueron razonables. En su caso, tardaron unos tres meses en tener todos los permisos: “nos asesoramos por expertos desde el primer día y superamos todas las inspecciones”, aseguró.

Actualmente cuentan con asesoría sanitaria permanente y superan sin problemas las inspecciones anuales. “Queremos montar algo nuevo ahora, con croquetas, y también requiere su papeleo, pero es posible”, apuntó.

El éxito de la tarta de Pilar es mantenerse «casera»

A pesar del crecimiento y los reconocimientos, Pilar mantiene intacta la filosofía con la que empezó: hacer una tarta de verdad, sin artificios. La Tarta de la Madre de Cris ha recibido el certificado de excelencia de Tripadvisor, críticas entusiastas de los clientes y propuestas de exportación desde países tan dispares como Estados Unidos, Corea o Reino Unido.

Pero Pilar tiene claro que no va a industrializar el producto ni internacionalizarlo sin control: “no podemos mandar tartas al extranjero como si fuésemos una multinacional. Esto es otra cosa”.

¿Qué explica entonces el éxito de su empresa? Pilar lo tiene claro: “Vivimos rodeados de fraude alimentario, donde casi nada es lo que parece. Pero cuando algo es auténtico y está bueno, la gente lo valora. Y eso es lo que hemos hecho: una tarta de verdad”.

A veces, el mejor plan de negocio no nace en una oficina, sino en el horno de casa. Pilar Molina lo confirma con cada porción de su tarta.

Miquel Rosselló