Así consiguió esta emprendedora vender envoltorios para bocadillos en más de 25 países

Ingeniera de formación, la catalana Meritxell Hernández descubrió pronto que el mundo corporativo no colmaba sus aspiraciones. Aquella experiencia le sirvió para confirmar que quería emprender: buscaba autonomía, capacidad de decidir y, sobre todo, que su trabajo dejara huella en la sociedad.

Ese impacto lo encontró en la sostenibilidad. Ese fue el germen de una empresa pensada para reducir el uso de envoltorios desechables mediante alternativas reutilizables y atractivas.

Hoy, sus productos forman parte de la rutina de miles de alumnos, que regresan estos días al colegio, y de profesionales, que vuelven a la oficina tras el verano. Así ha conseguido transformar la conciencia social por el cuidado del medioambiente en una idea de negocio.

Su idea de negocio se adelantó a las tendencias y obligaciones actuales sobre reutilización

Hace casi dos décadas, en plena sequía, Meritxell Hernández tuvo una idea que parecía simple: colocar una bolsa inflable en una cisterna para ahorrar agua en cada descarga. Su invento permitía reducir hasta 4.000 litros por persona al año y se vendió por cientos de miles de unidades.

No era solo un producto útil, era la chispa que encendería una trayectoria emprendedora, marcada por la convicción de que la sostenibilidad podía convertirse en una empresa viable.

Hoy, Hernández es la fundadora y CEO de Roll’eat, una marca pionera en envoltorios reutilizables, que ha vendido más de 10 millones de unidades y factura millones de euros gracias a su presencia en más de 25 mercados internacionales. Mucho antes de que las instituciones impusieran normas contra el plástico de un solo uso o de que el consumidor hablara de huella de carbono, ella ya había detectado la oportunidad.

Su idea nació cuando pensó en cómo crear “alternativas reutilizables, prácticas y con diseño atractivo, que nos permitieran reducir residuos», como la «montaña» de papel de aluminio y bolsas de plástico que se usaban a diario en colegios y oficinas.

Pero la clave para esta emprendedora era lograrlo “sin complicarle la vida a la gente”. Así nació en 2006 el Boc’n’Roll, un envoltorio colorido y reutilizable que cambió la forma de transportar bocadillos y que hoy se ha convertido en el emblema de su marca.

El impacto no es solamente estético, ya que la Agencia de Residuos de Cataluña ha calculado que utilizarlo supone una huella de carbono 500 veces menor que recurrir al papel de aluminio. Y eso es mucho aluminio, si se tiene en cuenta que el producto se ha vendido por millones y que lo utilizan a diario niños para llevar su merienda al colegio y profesionales para transportar su almuerzo.

De hecho, su empresa ha trabajado en campañas de concienciación con más de 1.000 colegios –que explican que se llegan a consumir tres kilos de aluminio al día– y con más de 300 ayuntamientos. También ha colaborado con marcas de renombre, que han distribuido envoltorios personalizados en acciones promocionales.

Roll’eat pudo empezar a vender fuera, con la sostenibilidad como lenguaje universal

Aunque el mercado nacional continúa siendo muy importante para su empresa, el producto no tardó en salir del país y ya está presente en más de 25 mercados internacionales.

Un hito clave en ese proceso, recuerda Hernández, fue comprobar que la problemática de los residuos desechables es global y que, por tanto, su propuesta podía tener cabida fuera de España. 

“La internacionalización llegó de forma natural gracias al interés de distribuidores y clientes de distintos países. El mayor aprendizaje ha sido entender que, aunque cada mercado tiene sus particularidades culturales, la sostenibilidad es un lenguaje común y universal que conecta con personas de todo el mundo”, explicó.

Además, han ido ampliado su catálogo de productos con líneas que incluyen bolsas reutilizables y envoltorios para conservar alimentos frescos, o tarteras para poder transportar sopas y salsas.

Y aunque no han dejado de crecer, su filosofía se apoya en los mismos tres ejes con la que arrancó: funcionalidad, durabilidad y diseño. Porque, como insistió su fundadora, “lo reutilizable también debe ser práctico y atractivo”.

Emprender en verde también tiene obstáculos

El camino no ha sido sencillo. Cuando Roll’eat nació, la sostenibilidad no era tendencia consolidada y el mercado estaba poco preparado. “La principal dificultad era explicar por qué era necesario cambiar hábitos que parecían cómodos y normales, como usar papel de aluminio o bolsas de plástico a diario” recordó Hernández.

Ahora es habitual que muchos negocios destaquen de algún modo que sus productos son respetuosos con el medio ambiente ante la creciente preocupación de los consumidores pero, veinte años atrás “había que educar al consumidor y demostrar que lo reutilizable podía ser igual de práctico”.

A eso se sumaban problemas comunes a cualquier autónomo como la financiación escasa, proveedores que no entendían el producto y la necesidad de darse a conocer con pocos recursos. “La difusión se logró gracias a mucha pedagogía, comunicación positiva y a la confianza de los primeros clientes que apostaron por nuestra propuesta”, destacó Hernández.

Como otros emprendedores, reconoció que “ha habido momentos de dificultad y dudas, especialmente en los inicios, cuando los recursos eran limitados y el mercado aún no estaba tan preparado”. Sin embargo, lo que le hizo seguir fue “la convicción de que estábamos aportando algo positivo y necesario” .

Más allá de las dificultades de mercado, Meritxell también señaló que “uno de los principales obstáculos es la falta de apoyo específico para proyectos sostenibles que apuestan por la innovación” y añadió que aunque  a menudo se habla de la importancia de la economía verde, “en la práctica todavía cuesta acceder a ayudas, incentivos fiscales o financiación adaptada”.

Todo ello le lleva a pedir a las administraciones “más agilidad, menos burocracia y un compromiso real para fomentar la innovación sostenible”.

Para Meritxell Hernández emprender también es inspirar

Lejos de conformarse con lo que ha conseguido, su idea pasa seguir creciendo. Para lograrlo están trabajando en nuevos materiales y formatos, con el objetivo de consolidar la reutilización como “norma y no como excepción”. Y lo hará ampliando mercados y reforzando su apuesta educativa porque “no basta con vender productos, también hay que inspirar a las personas a cambiar hábitos”.

La historia de Meritxell Hernández demuestra que, incluso antes de que las normas lo exigieran, era posible anticiparse, innovar y construir una negocio viable con impacto internacional. Una lección útil para cualquier autónomo: la oportunidad a veces está en adelantarse a lo que aún no es tendencia.

Miquel Rosselló