En el ramo de la inteligencia artificial (IA) se ha producido un salto cuántico en el lapso de apenas un año. Términos abstrusos como el «machine learning» y las redes neuronales cohabitaban entre nosotros desde hace ya bastante tiempo, pero solo ChatGPT (y sus múltiples émulos) han sido capaces de hacer aprehensible para todo el mundo una tecnología que otrora solo se dominaba (y entendía) en los círculos académicos.
Escribir textos y alumbrar imágenes en cuestión de segundos con la inestimable ayuda de la IA parece casi un truco de magia. Pero, cuando la magia alojada en las entrañas de la IA emergerá de verdad a la superficie, será cuando esta tecnología utilice su habilidad para interpretar textos, audios, vídeos e imágenes para cooperar con otras tecnologías y ejecutar secuencias completas de tareas de manera automática (sin apoyarse en múltiples programas y webs auxiliares y otras tantas contraseñas y autorizaciones para acceder a tales plataformas).
Pero, si todos esos programas y webs auxiliares están abocados (de manera impepinable al parecer) a convertirse en absolutamente superfluos, ¿qué será lo siguiente en trocarse en redundante?
Por lo pronto sería superflua toda web en su conjunto. Así lo sugieren al menos funciones de nueva hornada como «AI Overview» de Google y «Recall» de Microsoft (capaz de recordar todo lo que ha visto, leído y oído el usuario en su ordenador personal), explica Jochen G. Fuchs en un artículo para W&V.
Hay quienes aventuran que la función «AI Overview» de Google, que añade resúmenes generados con IA a los resultados arrojados por el buscador de la multinacional estadounidense, es, de hecho, el principio del fin del SEO.
El SEO y el content marketing podrían tener un futuro muy negro (o directamente inexistente) por delante
El SEO (al menos tal y como concebimos a día de hoy esta disciplina) podría estar condenado a la extinción. No podría ser de otra manera si las búsquedas de Google pasan a ser predictivas en el futuro y están en posición de adelantarse en todo momento a lo que busca el usuario.
En este contexto de nueva hornada el usuario no tendría que zambullirse necesariamente en las profundidades de la red de redes, puesto que Google se encargaría de resumir el contenido allí alojado y brindarle en todo momento la respuesta adecuada.
Google asevera que la función «AI Overview» se traducirá en realidad en más clics en los resultados que proporciona su buscador al usuario. Sin embargo, un estudio emprendido por Sparktoro sugiere lo contrario y concluye que en 2020 dos terceras parte de las búsquedas en Google fueron búsquedas que no llevaron aparejado ningún clic.
Y en un universo donde las búsquedas se traduzcan en tráfico cero para las páginas web nos toparíamos de bruces con cuatro consecuencias:
- El content marketing de las marcas y las tiendas online sería superfluo.
- El SEO se quedaría huérfano de utilidad.
- El marketing con el foco puesto en las páginas web sería igualmente irrelevante.
- Y el marketing que fija la mirada en las tiendas online y en los «marketplaces» sería asimismo redundante.
De todos modos, y en tanto en cuanto a Google no le interesa que la IA canibalice su lucrativo negocio publicitario, lo más probable es que las oportunidades de marketing y contenido se muden a la web a la inteligencia artificial, lo cual pone en peligro a la postre la idea de la red de redes como una entidad de naturaleza descentralizada. O lo es que es lo mismo, lo que antes acontecía de puertas para fuera en el futuro tendrá lugar de puertas para adentro.
Y a la luz del lóbrego panorama que se recorta ya en el horizonte, las marcas, los retailers, los «publishers» y en general todos aquellos que generan contenido están ante la disyuntiva de poner su contenido a disposición de los grandes sistemas de IA (que son, al fin y al cabo, la puerta de acceso al cliente) o guardárselos, en cambio, para sí mismos.
Si se decantan por la segunda opción, quizás lo más oportuno sería utilizar ese contenido para alumbrar chatbots hiperespecializados que estén en posición de generar mejores resultados que los arrojados por ChatGPT y compañía.
Puede que la web esté condenada a morir (sí o sí), pero así al menos el contenido seguiría en manos de aquellos que lo generaron de manera primigenia y no pasaría a estar controlado por terceros, concluye Fuchs.