Estamos en tiempos de crisis, ¿lo sabías? Es una sentencia que escuchamos todos los días y que pesa como una lápida sobre nuestras espaldas. Sin embargo, hay algo más que debes saber: a lo largo de la historia, en cualquier época, el ser humano ha estado envuelto en crisis. De hecho, cuando logra salir de una se involucra en otra, y así sucesivamente, en un espiral sin fin.
Guerras, desastres naturales, quiebras de la bolsa de valores, inestabilidad política, pobreza y la creciente amenaza del cambio climático son, entre muchas otras, las opciones más comunes. Y te lo digo con autoridad, porque como quizás lo sabes soy colombiano y mi país, desde siempre, ha vivido en crisis. Las más recientes, las provocadas por el narcotráfico y la guerrilla, dos epidemias.
No importa en qué país naciste o en cuál vives. No importa qué estudiaste o a qué te dedicas. No importan tu religión, tu filiación política o tu pasado: vives en medio de una crisis. Tristemente, esa es la base del modelo educativo en el que crecimos y que, por supuesto, es el marco teórico de nuestras creencias. Y, seguro ya lo sabes, tu creencias determinan la forma en que actúas.
Lo más perverso de esta situación es que nos sentimos cómodos viviendo en crisis. Al fin y al cabo, una crisis es la mejor excusa para elegir el camino fácil, para transitar por atajos, para quedarte en la zona de confort. Nadie te juzgará, nadie te criticará, porque estás en crisis y esa es una justificación válida. Por el contrario, despierta la lástima de otros y eso te hace sentir importante.
Buena parte de mi adolescencia la viví en medio de la crisis de la violencia provocada por el enfrentamiento entre el narcotráfico y el Estado. Mi vida dio un cambio radical cuando me convertí en emprendedor como respuesta a una crisis que me hizo cuestionarme por la dirección que llevaba. Y he sufrido crisis económicas, laborales y personales, grandes fracasos y traiciones.
Por fortuna, gracias a las enseñanzas y, sobre todo, al ejemplo de mis padres, siempre asumí las crisis como una oportunidad. Aprendí que la clave para salir de ese estado, que nos provoca histeria y nubla la mente, por lo cual somos propensos a tomar decisiones equivocadas, es no dejar de moverme o, dicho de otra forma, actuar. Por eso, si me conoces, sabes que nunca estoy quieto.
Esto, a mi modo de ver, tiene dos virtudes. La primera, que no permito que el conformismo se adueñe de mí y estoy en permanente búsqueda de nuevas experiencias y, en especial, de mayor aprendizaje. La segunda, que me equivoco reiteradamente. ¿Por qué es algo positivo? Porque el error es la fuente de aprendizaje más valiosa que existe si tienes la capacidad para aceptarlo.
Una de las situaciones a las que me enfrento frecuentemente en mi trabajo es aquella de escuchar las excusas de las personas que llegan a mí en busca de ayuda y la reciben de alguna manera, pero luego son incapaces de salir de su estado de crisis. Siempre encuentran una justificación para no dar el primer paso pasa salir de allí, siempre se conforman con decir “más adelante lo haré”.
La realidad, sin embargo, lo sabemos todos, es que nunca pasa nada. O sí: su vida se consume entre crisis y crisis, sus sueños se extinguen lentamente y cada día es una tragedia. Por supuesto, esa no es vida, no al menos la que quiero para mí. Por eso, siempre estoy en movimiento, aunque el resultado sea equivocarme de nuevo. ¿Qué hago? Me muevo en busca de una solución.
Lo peor de vivir en este permanente estado de crisis es que solo vemos caos. No percibimos nada de lo maravilloso que hay a nuestro alrededor, ni las personas, ni las situaciones, ni mucho menos las oportunidades. Solo caos. Porque es lo que nos conviene, de acuerdo con el libreto que nos enseñaron. Además, porque es la excusa perfecta para quejarnos de lo humano y lo divino.
La mentalidad de crisis es prima hermana de la mentalidad de escasez, una terrible mezcla que lamentablemente es muy frecuente. “No es el momento adecuado”, “No tengo el tiempo”, “No puedo hacerlo”, “No puedo dejar mi trabajo”, “No quiero equivocarme otra vez” y muchos otros “No, no, no”. Si crees que no puedes, lo único que haces es programar tu cerebro para el fracaso.
Y, claro, fracasarás, no podrás. Más bien, te sentarás a esperar que baje el precio del dólar, que se estabilice el precio del barril de petróleo, que el cambio climático se detenga por obra y gracia del Espíritu Santo. Pero, lo sabes en el fondo de tu corazón, nada de eso ocurrirá. En el fondo de tu corazón sabes, también, que eso que dices, piensas y sientes es producto de tus miedos.
Lo que más me impacta de las crisis es cómo hay tantas personas que se aferran a ellas para justificar una vida miserable. Tristemente, necesitan las crisis para sentirse bien, para evitar dar el paso al cambio, para no tener que asumir la responsabilidad de su existencia. Entonces, cuando una crisis ya no les sirve, se involucran en otra, la crean o, simplemente, la inventan. ¡Auch!
A diferencia de tantas personas, las crisis para mí han sido un trampolín. Sí, han sido los momentos y las circunstancias de la vida que me han impulsado a ir en busca de lo que quiero. No te voy a decir que me gustan las crisis, pero sí puedo afirmar que les perdí el miedo y el respeto y que las miro a los ojos sin temor. De hecho, viéndolas en perspectiva, les agradezco por su gran ayuda.
Sin todas las crisis que viví, en lo laboral y en lo personal, no sería quien soy. Cada crisis me ayudó a sacar lo mejor de mí, a descubrir mis fortalezas y, lo más importante, a asumir el control de mi vida. He aprendido que, como las dificultades o los errores, las crisis son parte fundamental del proceso y, por ende, son necesarias. Claro, siempre y cuando no te permitas caer en sus garras.
La crisis es un estado emocional y una creación de la mente. Su gravedad dependerá de cómo te sientas, de cuánto miedo sea capaz de generar en ti. En otras palabras, la crisis depende de la actitud con la que asumes tu vida, cada día. Si eliges ver una vida gris, vivir una vida gris, no podrás ver el sol esplendoroso y el cielo azul en verano. La vida, amigo mío, es del color que tú la veas.
Cuanto más tiempo estés atrapado por la mentalidad de crisis, más desdichada e inútil será tu vida. Nada de lo que hagas, ningún negocio que emprendas, ninguna relación que establezcas te hará feliz, ni te brindará los resultados que esperas. Por eso, si eres emprendedor y todavía no consigues arrancar, te invito a que reflexiones para saber si el motivo es la mentalidad de crisis.
Recuerda algo: siempre que llovió, escampó. Siempre que hubo una noche oscura, al otro día salió el sol. Siempre que la vida te golpeó después te dio motivos para sonreír. Siempre que caíste te levantaste y reanudaste la marcha. Ninguna crisis es definitiva, ninguna crisis determina tu vida, salvo que tú así lo decidas, que tú se lo permitas. Tú eres más grande que tus miedos, no lo olvides.