El «hype» que aletea furiosamente en torno a la inteligencia artificial (IA) nos ciega con sus rutilantes luces de neón y nos impide mirar más allá. Pero lo cierto es que en la siempre vibrante industria «techie» se están cociendo tecnologías tan o más disruptivas que la IA. Una de esas tecnologías (injustamente relegadas a un segundo plano) es la que albergan en sus entrañas los ordenadores cuánticos. Y esos ordenadores cuánticos, capaces de pergeñar modelos de predicción extraordinariamente complejos, amenazan con dejar huérfana de utilidad (al menos parcialmente) a la publicidad. Así lo profetiza al menos Sven Gábor Jánszky, CEO de 2B Ahead y uno de los futuristas más reputados en su Alemania natal.
De acuerdo con Gábor Jánszky, los sofisticados modelos de precisión nacidos al calor de los ordenadores cuánticos harán que elementos hasta ahora absolutamente centrales en el marketing (la inspiración y la publicidad) sean totalmente superfluos en un futuro cercano. «Los ordenadores cuánticos estarán en posición de predecir los deseos y las necesidades del consumidor de manera tan excepcionalmente precisa que los productos no necesitarán ser anunciados y se enviarán de manera automática al cliente», asegura el investigador del futuro en una entrevista concedida recientemente a Horizont.
«El consumidor ya no tendrá necesidad de buscar o seleccionar de antemano los productos que va a utilizar y de, hecho, tampoco necesitará pedirlos», dice.
La economía predictiva emanada de los ordenadores cuánticos podría convertir la publicidad en superflua en apenas cinco años
La tecnología cuántica marca el inicio de la era de la economía predictiva, una economía que echa anclas en predicciones absolutamente confiables. «En un futuro no muy lejano el consumidor no tendrá que tomarse la molestia de devolver los productos que no le gustan y las devoluciones disminuirán ostensiblemente en número. En este sentido, el marketing deberá buscar otro pilar en el que apoyarse porque la publicidad será en buena medida absolutamente innecesaria», presagia Gábor Jánzsky.
Este escenario tan extraordinariamente lóbrego para quienes se dedican profesionalmente al marketing y la publicidad no tardará demasiado en hacerse realidad y cristalizará en apenas cinco años, según el futurista.
Para funcionar adecuadamente, la economía predictiva nacida del vientre de los ordenadores cuánticos necesita que el consumidor esté dispuesto a ceder sus datos a las empresas y para hacerlo no será esenciales tanto la confianza como la identificación del cliente con una determinada marca, asevera Gábor Jánzsky.
«En el segmento de masas los consumidores toman decisiones mayoritariamente racionales. Y si al cliente se le solicita que ceda sus datos para ahorrar tiempo y dinero y disfrutar de más conveniencia en sus compras, normalmente lo hace sin rechistar. Por otra parte, en el segmento premium el consumidor desea ser asociado deliberadamente a una compañía porque esta encarna una identidad que le atrae y la desea para sí mismo. Siempre y cuando exista esta identificación del consumidor con la marca, el cliente está feliz de compartir sus datos», afirma.
Cuestionado, por otra parte, por los parámetros por los que se guían los investigadores del futuro para determinar si una determinada innovación será ungida o no con el éxito, Gábor Jánzsky indica que lo más importante es posar la mirada en cuáles son las palancas de la innovación. «Se trata de analizar quién está invirtiendo en una innovación y evaluar asimismo el poder de aquellos que invierten. Cuantos más ‘players’ estén apostando por una innovación en particular, mayor es la probabilidad de que esta prospere», recalca.
«Nuestros análisis dictaminan, por ejemplo, que las gafas de realidad mixta se habrán establecido con éxito en el mercado en 2030. Dentro de seis años las gafas de realidad mixta tendrán el mismo tamaño que unas gafas normales y costarán además lo mismo que un teléfono móvil. Tenemos la certeza que las gafas de realidad mixta conquistarán el éxito en 2030 porque todas las grandes empresas tecnológicas están trabajando en esta tecnología y están invirtiendo en ella ingentes sumas de dinero», explica el futurista.
Conviene, por otra parte, hacer notar que el dinero no es sinónimo de innovación, pero es una gran ayuda cuando la innovación en cuestión aspira a convertirse en «mainstream». Cuando una innovación alcanza el estatus de «mainstream», lo hace en buena medida porque procura una solución a un problema específico. Sin embargo, hay que adelantarse al futuro y «ahora mismo deberíamos pensar en los problemas que quizás debamos afrontar en 10 o 15 años y en aquellas tecnologías que podrían ayudarnos o no a solucionar tales problemas», apostilla Gábor Jánzsky.