La pértiga utilizada para dar el salto fue el online, cuando Víctor Juárez Pizarro tuvo que regresar de México cuando vio que el ecommerce que había montado desde allí para ayudar a sus padres a escalar la pequeña tienda que tenían, a los dos meses vendía ya más en digital que en la tienda física.
Los primeros años fueron de triplicar o cuadruplicar la facturación. Hoy el ritmo ha menguado, pero en Mi tienda de arte mantienen un crecimiento interanual del 30% hasta situarse el año pasado en una facturación de 24 millones de euros que este año esperan convertir en 30.
Para hallar el germen de Mi tienda de arte hay que remontarse 40 años atrás, cuando los padres de Juárez Pizarro deciden montar un negocio de poco más de 80 metros cuadrados dedicado a la venta de papelería y material de pintura junto a la catedral de León. Así podría haber seguido toda la vida de no ser porque al hijo de 23 años, ingeniero de telecomunicaciones y residente entonces en México, le dio por hacer una gracia a sus padres montándoles en paralelo la tienda online.
De la noche a la mañana se les abrieron las puertas al mundo e, incapaces de gestionar el tinglado en el que el hijo les había metido, a Víctor Juárez no le quedó otra que desentenderse del bar de tapas y la importadora de vinos que había montado en México para ponerse al volante del negocio familiar. Quitando la parte emocional, poco o nada tiene que ver la tienda original con lo que hoy es Mi tienda de arte. De hecho funcionan por separado.
Mientras que la tienda de León mantiene su emplazamiento de siempre, con una empleada que tira de lápiz y calculadora Casio para hacer las cuentas, Mi tienda de arte va camino de convertirse en emporio haciendo uso de la tecnología.
El grupo y su buque insignia
Mi tienda de arte es una empresa que se dedica a la venta de material artístico y para manualidades. Con este nombre se cubren dos marcas. Una es Craftelier, que se dedica solo a la venta online, y la segunda es Hartem, que se dedica a la venta online y a la física con establecimiento propio. La intención de Víctor Juárez es cambiar en breve el nombre del grupo al objeto de facilitar la pronunciación a los proveedores extranjeros.
Aclarar también que cuando hablamos de tienda física en el caso de Hartem no nos referimos a un establecimiento parecido al de León, sino a un templo de más de 1.000 metros cuadrados que abrió al público el pasado 29 de diciembre en pleno centro de Madrid, en el número 5 de la calle Duque de Rivas.
Se trata de un antiguo edificio que en su día albergara la primera fábrica nacional de ojos de cristal para dar paso después Almacenes Navarro, de donde salían las banderas de España con el águila bicéfala. Su último uso fue un coworking, pero llevaba años cerrado.
En la limpieza y restauración del local se ha gastado Juárez Pizarro más de 1.5 millones de euros hasta convertirlo en lo que es hoy: un establecimiento gigantesco de doble planta en el que se venden más de 40.000 referencias, al margen de las 140.000 que vende por internet con el material que aportan los más de 300 proveedores con los que trabajan concentrados, principalmente, en EE.UU, Europa y China. De hacer las compras se encargan él y su madre de 64, quien le acompaña siempre que puede.
Al lado de la tienda, está montando un bar cafetería cuya misión no es otra que dar visibilidad a la marca y crear comunidad en torno a ella. La idea es crear un punto de encuentro para que artistas de todo tipo se reúnan y puedan hacer sus creaciones con tal grado de libertad que hasta las paredes las ha dejado desnudas para que las cubran los grafiteros a su antojo.
En la misma línea organizan ya talleres y charlas con artistas de prestigio. “Queremos ser algo así como lo que fue el Café Gijón para los literatos de la época”, dice el CEO.
Una empresa tecnológicamente muy avanzada
Tampoco hay que confundir las alusiones decimonónicas de Juárez Pizarro con un exceso de añoranza a tiempos pasados. Lo primero que trasluce la tienda de Hartem es modernidad y tecnología. No en vano, Mi tienda de Arte cuenta con un equipo de más de diez desarrolladores in house que se han encargado de diseñar su propia TPV, el software de gestión, de almacén o de repricing sincronizados en el off y el online. Todos los precios son electrónicos, como en el supermercado.
Utilizan también mapas de calor para detectar el movimiento en la tienda y contadores para conocer el flujo de clientes y organizar los turnos. “Los que venimos de la mentalidad del online lo contamos todo. Otra cosa es que luego sea fácil tomar la decisión correcta”.
Los clientes en la tienda de autoservicio pueden consultar todos los productos y sus componentes a través de códigos QR. Aún así, si prefieren atención personalizada, también pueden recibirla de alguno de los 25 empleados que, en turnos, trabajan en el establecimiento, todos ellos licenciados en Bellas Artes que recurren al puesto como alternativa laboral mientras se labran la carrera como artistas. El establecimiento cuenta también con casilleros donde los clientes pueden recoger los pedidos que han hecho online el canal del que, todavía hoy, procede el 90% de la facturación.
150 personas en plantilla
No obstante, la plantilla total de Mi Tienda de Arte la integran 150 personas. En la capital de León concentran la sede y prácticamente a la totalidad del equipo repartido entre los departamentos de administración, marketing, atención al cliente, traducción, tecnología, marketplaces y Amazon y la parte operacional.
El almacén lo tienen en una nave de 2.500 metros cuadrados en un pueblo donde el 70% del trabajo está robotizado. “El tema es que, aunque nosotros podamos recibir 1.000 pedidos al día, al final son 10.000 unidades lo que movemos, a una media de 9-10 unidades de productos diferentes por pedido”, aclara Juárez.
Todo a pulmón
Pese al vuelco que Juárez Pizarro le ha dado al negocio familiar en los doce años que lleva al frente, reconoce que no le ha sido fácil deshacerse de complejos pensando que no se pueden hacer grandes negocios desde lugares pequeños. “Hemos vivido bastante acomplejados en general. Ten en cuenta que en León apenas hay ecosistema emprendedor, menos aún hace doce años, aquí no hay rondas ni grandes eventos».
En lo que atañe a las rondas, en Mi tienda de arte no han acudido a ninguna de manera que el negocio continúa siendo 100% familiar. Antes que dar entrada al capital riesgo han preferido optar por el endeudamiento bancario, que no es pequeño. “Tampoco es que esto venga de una familia de millonarios, que cuando el negocio empezó a crecer mis padres liquidaron 70.000 euros del fondo de pensiones que tenían para ampliar el catálogo. Te hablo de una familia normal que ha tirado de sus propios recursos y endeudamiento personal. Aquí no hay más secreto que esfuerzo, suerte y talento, por ese orden”, dice el CEO.
Desconocemos cuál de los tres factores que señala Juárez ha tenido más peso en la progresión del negocio, pero la realidad es que que cerró el año pasado con una facturación de 24 millones de euros. “Afortunadamente nos ha ido bien. También te digo que hemos reinvertido hasta el último euro; que hoy he empezado a trabajar a las 5 y que mi salario sería mayor como ingeniero de telecomunicaciones o responsable de un gran ecommerce que como CEO”.
Hacia donde se dirige Mi tienda de arte
Mi tienda de arte es una de las empresas españolas incluidas en el último ranking FT1000 del Financial Times, donde se incluyen anualmente las 1.000 empresas europeas que más crecen. Hasta el año 2016, el ecommerce de Juárez solo vendía en España y un poco en Portugal. Ese año comenzaron la internacionalización con equipos multi-idiomas nativos y ahora venden en el mercado de la Unión Europea, Reino Unido, México, EE.UU, Canadá y Chile. En todos se instalan y dirigen al cliente como si fuese una empresa nativa.
Una de las razones que les ha permitido crecer tanto ha sido el catálogo, pero otro acierto se basa en haber separado las marcas y “entender que el mundo de las manualidades es diferente al del artista. Hartem es solo arte, pero de todo tipo, desde un esbozo para plasmar luego en un tatuaje hasta el niño que empieza con la témpera pasando por técnicas clásicas como óleo, acrílico, acuarela, grabado…A todos ellos les damos servicio. Podríamos ser algo así como Pontejos a la mercería”.
Desde esta perspectiva, en la hoja de ruta de Mi tienda de arte, sigue la apertura de nuevos mercados, pero no es la prioridad. El potencial lo ve ahora Juárez en las tiendas físicas “siempre con un concepto claro, con una experiencia visual muy clara, mucha tecnología, control de la operativa, marketing…” Con planteamientos como este no hablamos ya de una startup sino de una empresa con mucho crecimiento y una estructura madura.
El compromiso con el ecosistema de León
A lo largo de estos 12 años, Víctor Juárez ha tenido que evolucionar mucho como directivo. “A los 23 años yo no tenía ni los conocimientos técnicos ni las habilidades necesarias para gestionar personas que es algo muy complicado”. Reconoce también que emprender en León ha sido duro, primero por el complejo al que antes se refería y segundo porque la gente ha demeritado que se pueda crear una gran empresa desde lugares pequeños, empezando por sus propios habitantes.
Esto es algo que le indigna. “No puede ser que la mía sea la empresa número 15 o 20 en León y que la número 100 facture dos millones. Así no se crea ecosistema ni tejido empresarial ni nada. No podemos seguir anclados en los negocios de bares, tapas, Camino de Santiago y Turismo como sucede en lo que llaman la España vaciada”. De aquí que afirme sentirse “super comprometido” con el ecosistema de su cuidad y esté dispuesto a echar una mano en lo que pueda a jóvenes emprendedores “que es dónde creo que puedo aportar más y conseguir que en mi tierra pasen cosas”.