Ese miedo silencioso, pero jodidamente constante, que te detiene justo cuando más necesitas avanzar.
El miedo que te frena de subir tus precios, de lanzar ese nuevo proyecto o de tomar decisiones más valientes en tu negocio.
A ese miedo me refiero.
Y hasta que no lo encaras, hasta que no lo cojas por los cuernos, seguirás atrapado en la misma situación.
Aunque lo más duro no es eso. Lo más duro es que, cuanto más tiempo permitas que ese miedo te controle, más fuerte se hará.
¿Tú cedes? Él crece.
Hoy quiero que hagamos algo diferente. Quiero que, juntos, desafiemos ese miedo, lo descuarticemos y, sobre todo, lo reemplacemos por algo mucho más poderoso:
Por acción. Por acción masiva imperfecta, pero decisiva.
¿Qué es realmente el miedo al fracaso en los negocios?
El miedo al fracaso no siempre es evidente.
Se disfraza de prudencia, de “esperar el momento adecuado” o incluso de «perfeccionismo».
¿Cuántas veces has postergado una decisión importante porque «todavía no es el momento»?
¿Cuántas oportunidades has dejado pasar porque no te sentías preparado?
Joder, yo ni puedo contarlas con los dedos de las manos.
Este miedo no es otra cosa que una forma de protección que tu mente ha construido a lo largo del tiempo.
Es el resultado de creencias profundas, extremadamente arraigadas en tu mente, que te dicen que fallar es vergonzoso, que te restará valor como emprendedor, o incluso que el fracaso significa el final de tu negocio.
Pero, ¿alguna vez te has preguntado si ese miedo es realmente tuyo o si lo has heredado de experiencias pasadas, de lo que otros te han dicho o de fracasos previos?
¿Y si el fracaso fuera simplemente un paso más hacia el éxito?
Ojo con eso.
El coste de no avanzar
Cada vez que dejas que el miedo al fracaso te frene, pierdes algo.
Cada decisión no tomada es una oportunidad desperdiciada.
Cada vez que te quedas en tu zona de confort, estás eligiendo estancarte.
Y ya, ya sé. Esa frustración que aparece cuando ves que otros avanzan, mientras tú sigues exactamente en el mismo lugar. Ese vacío que surge cuando sabes que podrías estar haciendo más, pero no lo haces.
Sin embargo, ¿te has preguntado cuál es el precio que estás pagando por no actuar?
La comodidad de hoy tendrá un coste muy alto mañana, hazme caso.
Cada vez que no tomas ese riesgo que sabes que deberías tomar, te alejas un poco más de la vida y el negocio que realmente deseas.
¿De dónde viene ese miedo?
El miedo al fracaso se alimenta de las creencias limitantes que has acumulado a lo largo de tu vida a través de la fuerza de la repetición.
Tal vez en algún momento alguien te dijo que no eras lo suficientemente bueno.
O quizá, una experiencia pasada te enseñó a no confiar en tus propias decisiones.
Estas creencias se arraigan profundamente y, sin que te des cuenta, han moldeado tanto tu forma de actuar que las percibes como algo propio, indisoluble de tu propia esencia.
No te lanzas porque crees que no estás preparado.
No subes tus precios porque crees que nadie pagaría lo que realmente vales.
No confías en ti mismo porque te comparas constantemente con los demás.
Sin embargo… ¿Qué pasaría si esas creencias no fueran verdad? ¿Y si pudieras cambiarlas?
Si lo piensas bien, el miedo solo es una respuesta a estas creencias. Y cuando las cambias, el miedo desaparece o pierde fuerza.
Esas creencias no son permanentes. Puedes reprogramarlas.
Cinco pasos para vencer ahora el miedo al fracaso
Vencer el miedo no se trata de eliminarlo, sino de aprender a vivir con él y actuar a pesar de él.
Sé que no me los has pedido, pero aquí te comparto cinco pasos prácticos para desafiar ese miedo y empezar a avanzar en tu negocio.
1. Identifica tu miedo
No puedes combatir lo que no puedes ver.
El primer paso es ser brutalmente honesto contigo mismo y descubrir qué es lo que realmente te asusta.
No basta con decir «tengo miedo a fracasar». Eso es demasiado genérico.
¿Tienes miedo de que la gente no compre tu producto?
¿Miedo de que si lanzas una nueva oferta, nadie la contrate?
¿O de que si subes tus precios, perderás a tus clientes actuales?
El miedo es como una sombra. Si no lo miras directamente, seguirá creciendo.
Entonces, pongamos por caso que eres un emprendedor digital que ha creado un infoproducto formativo sobre [pon aquí lo que sea que hagas].
Has trabajado meses en él, perfeccionando cada módulo, pero cuando llega el momento de lanzarlo, te paralizas.
(Que yo no estaría meses y meses preparando algo que lo mismo nadie compra, utilizaría otra estrategia para validar antes, pero este es otro tema).
Eso, que cuándo llega el día D y la hora H, te cagas de miedo.
El miedo te dice: “¿Y si nadie lo compra? ¿Y si es un fracaso?”.
Entonces, decides no lanzarlo. O lo lanzas a medias, sin hacer mucho ruido, por si acaso, no sea que lo mismo lo compre tanta gente que los de Stripe te bloqueen la cuenta (ojo, eso pasa más de lo que te imaginas).
Estás permitiendo que ese miedo te controle.
¿A qué le tienes miedo realmente? Ponle un nombre y míralo de frente.
2. Cuestiona tus creencias limitantes
Detrás de cada miedo, hay una creencia limitante que lo alimenta.
Son esas pequeñas historias que te repites una y otra vez, hasta que las conviertes en verdad.
Pero, ¿realmente son ciertas?
Supón que eres un coach que ofrece sesiones uno a uno. Tus clientes están obteniendo buenos resultados, pero sigues cobrando lo mismo desde que empezaste, porque te dices a ti mismo: “Si aumento mis tarifas, nadie me contratará”.
¿Te has preguntado de dónde viene esa creencia? ¿Tienes pruebas concretas de que tus clientes no valorarían tu trabajo si aumentas tu precio? ¿O es solo una suposición?
Hazte esta pregunta: ¿Qué evidencia real tienes de que estas creencias son verdad?
Cuestiona cada una de tus creencias limitantes, hazme caso.
Tal vez descubras que lo que te está frenando no es la realidad del mercado, sino una historia que te cuentas porque no quieres arriesgar.
3. Reubica el fracaso
El fracaso no es el fin. Es una oportunidad para aprender y mejorar.
Y ya, ya sé que seguro que has escuchado eso montones de veces, pero, ¿lo ves así?
O, ¿lo sigues viendo como una señal de que no eres lo suficientemente bueno?
Si miras con atención todos esos emprendedores y empresarios que admiras, te darás cuenta de que todos ellos han fracasado en algún momento, incluso más de una vez.
Pero en lugar de ver esos fracasos como el final, los vieron como escalones para mejorar.
Supongamos ahora que eres un mentor de negocios y decides ofrecer un nuevo servicio para que tus clientes lo peten con sus proyectos.
Lo lanzas con todas las ganas del mundo, pero la respuesta del mercado es tibia y las ventas no llegan con la velocidad que te esperabas.
En lugar de rendirte, te preguntas: “¿Qué puedo aprender de esto?”
En serio, ¿te lo preguntas o te fustigas?
Te lo digo porque, tal vez, el mensaje no conectó con tu audiencia. Tal vez necesitas ajustar la oferta. Pero ese fallo es una oportunidad para mejorar, no un motivo para detenerte.
Cero dudas ahí.
¿Qué puedes aprender del próximo error que cometas?
Empieza a ver el fracaso como retroalimentación, como información valiosa que te acerca más al éxito.
Porque cuándo lo haces, el miedo pierde su poder.
4. Define qué es el éxito para ti
Porque el miedo al fracaso a menudo se agrava cuando no tienes claro lo que quieres.
¿Qué es para ti tener éxito?
No lo que ves en redes sociales o lo que los demás te dicen, sino para ti.
¿Es ganar más dinero? ¿Tener más tiempo libre? ¿Impactar más vidas?
Si no defines claramente lo que significa el éxito para ti, siempre sentirás que no estás logrando lo suficiente.
Por ejemplo, un diseñador gráfico freelance puede estar constantemente comparándose con grandes agencias y sentirse pequeño. Pero, ¿es eso lo que él realmente quiere? ¿O busca libertad para elegir sus proyectos y tener tiempo para su familia?
Definir tu éxito en tus propios términos te da claridad y foco. Así que pregúntate:
¿Qué significa el éxito para mí?
Cuanto más claro lo tengas, menos poder tendrá el miedo al fracaso sobre ti. Porque sabrás que el éxito no es lo que otros logran, sino lo que tú eliges.
5. Actúa, aunque no sea perfecto
El último paso es el más importante: actúa. Y si tienes miedo, actúa con miedo.
El miedo no va a desaparecer.
Insisto, no va a desaparecer. Nunca lo hará.
La buena noticia es que no necesitas que lo haga para avanzar.
Lo que necesitas es tomar acción, aunque sea imperfecta. Porque cada pequeña acción es una prueba de que el miedo no te controla.
Tú controlas el miedo.
Supón que eres una terapeuta que quiere lanzar un nuevo programa grupal, pero te paraliza la idea de que nadie se inscriba.
Ok, ¿qué haces? ¿Esperas hasta sentirte completamente segura, hasta que todo esté perfecto?
No, joder, no. Das el primer paso. Haces una oferta, aunque sea a un grupo pequeño y luego vas iterando a partir del feedback de tus primeros clientes. Lo importante es empezar.
Entonces, ¿qué pequeña acción puedes tomar hoy, a pesar del miedo?
No tiene que ser algo grande ni arriesgado. Lo importante es dar el primer paso.
Porque cuando actúas, el miedo se vuelve cobarde y tú más poderosa.
La clave: Reprogramar tus creencias limitantes
Las creencias limitantes te están controlando más de lo que crees.
Y lo peor de todo es que ni siquiera te das cuenta. Esas creencias se han arraigado tan profundamente en tu mente que operan en automático, como una parte natural de ti.
Te dictan cómo piensas, cómo actúas, qué decisiones tomas… o no tomas.
El verdadero problema no es el miedo al fracaso en sí. Es lo que hay detrás:
Esas pequeñas voces que te repiten, día tras día, que no puedes, que no mereces, que no estás listo. Son esas creencias limitantes las que te están saboteando en silencio.
Y lo jodido, lo verdaderamente limitante, es que no te das cuenta hasta que ya te han frenado.
Déjame ponerte un ejemplo.
Quizás eres copywriter, psicóloga, arquitecta o programador y, desde hace tiempo sabes que deberías estar cobrando más por tu servicio.
Pero cuando llega el momento de aumentar tus tarifas, una voz en tu cabeza te dice: “¿Quién va a pagarte más? Ya tienes suerte de que te contraten con estos precios. Si subes las tarifas, te quedarás sin clientes”.
Esa voz parece tan real, tan convincente, que decides no hacerlo. Sigues cobrando lo mismo, aunque sientes que tu trabajo vale mucho más.
¿Resultado? Frustración.
Porque cada cliente que aceptas a ese precio es una confirmación de que no te valoras lo suficiente.
Pero, ¿de dónde viene esa voz? ¿Realmente es una verdad inamovible, o es solo una creencia que tú mismo has creado, basada en inseguridades, miedos o experiencias pasadas? ¿Y si esa creencia fuera totalmente falsa?
Lo que trato de decirte es que tu negocio está moldeado por esas creencias invisibles.
Y hasta que no las detectes y las derribes, seguirás repitiendo los mismos patrones una y otra vez, preguntándote por qué no avanzas, por qué no alcanzas ese siguiente nivel.
Estas creencias son como grilletes invisibles. No te dejan correr, no te dejan volar, aunque tienes todas las capacidades para hacerlo.
Y lo peor es que cuanto más tiempo dejes que sigan ahí, más fuerte será su control sobre ti.
¿Te das cuenta de cómo esas creencias están influyendo en cada decisión que tomas?
Entonces, ¿por qué es tan difícil romperlas?
(Ojo, sé que me estoy alargando mucho, pero es que esto es muy importante que lo entiendas).
Pues porque has vivido con ellas durante tanto tiempo que ahora las confundes con la realidad.
Las creencias limitantes son como una segunda piel. Te protegen del dolor, de la incomodidad, pero también te mantienen en la mediocridad.
Te dicen que no subas tus precios, que no lances esa oferta, que no inviertas en tu crecimiento, porque “¿y si no sale bien?”.
Y algo todavía más importante: esas creencias no se van a ir solas. Si no haces nada para desafiarlas y cambiarlas, seguirán dominando tu vida.
Quizás ahora te preguntes: «Vale, pero si mis creencias me frenan tanto, ¿cómo puedo romperlas?»
Pues con acción consciente.
Quiero decir, no basta con darte cuenta de que están ahí. Tienes que reprogramarlas. Tienes que desmantelarlas pieza por pieza y reemplazarlas por algo mucho más poderoso: creencias de éxito, de abundancia.
Porque las creencias son moldeables.
Si has vivido con creencias limitantes, también puedes vivir con creencias expansivas.
Puedes pasar de creer que «no soy lo suficientemente bueno» a «soy más que capaz de lograr lo que me proponga».
Puedes transformar el «no merezco cobrar más» en «mi trabajo tiene un valor extraordinario y la gente estará encantada de pagar por ello».
Esto no es magia. Es reprogramación mental. Y cuando lo haces, el cambio es profundo.
Pero, te advierto, no se trata solo de pensar en positivo o repetirte afirmaciones sin sentido frente al espejo. Se trata de identificar esas creencias limitantes, retarlas y, lo más importante, cambiarlas por creencias que te impulsen.
La diferencia entre seguir atrapado y avanzar con confianza está en cómo piensas. Y si no cambias tu forma de pensar, nada más va a cambiar.
Pasa un glorioso domingo,