“Por herencia genética poseo un olfato más desarrollado que la media, del mismo modo que tengo otros sentidos menos desarrollados, como el oído, que es malísimo. A partir de aquí, los olores me influyen mucho, tanto los buenos como los malos”. A priori anecdótico, este rasgo de Fernando Castillo fue decisivo en el nacimiento de Ambiseint. Nos situamos en el 2004, cuando este emprendedor de Utebo (Zaragoza) desembarcó –para quedarse– en Ibiza. “Me sorprendió que en una isla donde se cuida todo al detalle, con la mejor música, gastronomía, los lugares más exclusivos, no tuviesen en cuenta el tema del olfato, que lo olvidasen. Me llamaba la atención ir a una discoteca, pagar 100 euros por entrar y que oliese mal”.
Las ideas empezaron a bullir en su cabeza. “Hice un sondeo de mercado –siempre me ha interesado y he trabajado en el ámbito comercial y de los negocios– y comprobé que no existía ningún concepto eficaz que cubriese ese vacío. Había empresas con buenos productos pero sin servicio de mantenimiento, también detecté firmas con servicios de reposición pero con una oferta muy básica, mientras que las multinacionales que operaban en este segmento sí eran eficaces pero sus precios sólo las hacían accesibles a las grandes compañías”.
Castillo había encontrado un espacio fértil por explorar. Ahí estaba la gran oportunidad. “En este sentido, nuestro secreto ha sido socializar el marketing olfativo, ponerlo al alcance de todo tipo de establecimientos, desde las grandes cadenas hoteleras hasta una mercería de barrio”.
Para empezar, realizó pruebas con productos que ya había en el mercado… y no le convencieron, al ser muy limitados. Por otro lado, acudió a una empresa de Taiwán a comprar 1.200 difusores, pero dieron problemas y su funcionamiento era muy tosco. “Con el tiempo decidimos patentar y diseñar nuestros propios difusores, que se fabrican en España, así como las recargas y consumibles, con la carta de aromas más amplia del mercado”. Aquí ya empezamos a identificar algunos de los elementos que han permitido a la marca diferenciarse de la competencia y situarse a la cabeza del sector.
“Ofrecemos el mejor producto, el mejor precio y un servicio impecable”. Castillo resume así las claves que han llevado al éxito a Ambiseint, con una red que hoy despliega 104 zonas de servicio, 15 de ellas propias (todas en España) y 89 franquiciadas (82 en nuestro país, 2 en Europa, 1 en Emiratos Árabes Unidos y 4 en Latinoamérica), que atienden a más de 100.000 clientes en 15 países, con más de un millón de recargas vendidas al año y una facturación global en 2022 de 7,6 millones de euros, frente a los 6,2 del año anterior.
Como observamos, la progresión, desde que abrieron sus primeras unidades en Mallorca e Ibiza, ha sido notable. Y no olvidemos que el hecho de haber nacido en una zona tan turística como Baleares, que recibe a gente de todo el mundo, contribuyó a impulsar el proyecto ya en sus estadios iniciales. “Me llamaba alguien de Lugo, con un bar, me comentaba que había estado en una bodega, que le había encantado el aroma y que lo quería para su negocio; y lo mismo, con gente de Alemania. Lo cierto es que empezamos a recibir un elevado número de solicitudes y comenzamos a abrir delegaciones propias en Aragón, Levante, Cataluña, Madrid…”.
Pero Castillo detuvo el rápido crecimiento de Ambiseint. “Nos dimos cuenta de que estaba peligrando la pata del servicio impecable, porque, cuanto más grandes nos hacíamos, más dificultades teníamos para atender a los clientes de diferentes áreas. Y tampoco cubríamos las zonas, comercialmente hablando, de una manera eficaz; en definitiva, podíamos hacerlo mejor. En el 2009 echamos el freno, reflexionamos y en el 2011 iniciamos la expansión a través de la franquicia. Éste es un negocio de cercanía y un buen servicio te lo da esa cercanía. Con una franquicia, tú estás en Vigo y, si a algún cliente le surge algún problema con su máquina en Pontevedra, el repartidor estará allí en dos horas o mañana o le dirás que el lunes estará en ruta por allí”.
EMPRENDEDORES: Con la franquicia, entonces, logra esa cercanía con el cliente final y con el propio mercado, ¿no?
FERNANDO CASTILLO: Exacto, valoramos varias opciones y nos decantamos por la franquicia, porque daba una cierta seguridad a la marca, una protección, te aseguraba que todo el mundo que distribuyese nuestros productos siguiese los mismos protocolos, el mismo sistema de trabajo, una misma política de precios, homogeneidad y unos protocolos.
EMP.: En 2024 cumplen dos décadas de vida. A partir de aquí, ¿cuál es el plan de expansión que han diseñado y cuáles son los siguientes pasos a dar?
F.C.: Planteamos duplicar la red lo antes posible, debido a la gran demanda de nuestros servicios, a que aún hay muchas zonas por cubrir e, incluso, existen áreas franquiciadas que necesitaríamos reforzar. Lo cierto es que estamos en un momento dulce. Y pondremos el foco de un modo especial en el ámbito internacional, ya que los productos españoles como el nuestro son símbolo de calidad.
EMP.: ¿Y cuáles son las perspectivas del mercado?
F.C.: Es una actividad al alza, no es una moda. El público es consciente de la importancia de que algo huela bien. El mercado ha tardado años en interiorizar las grandes ventajas de una correcta aromatización, pero porque tampoco era algo accesible. Al final, se han afianzado los beneficios que aporta a un negocio.
EMP.: Dónde se fabrican exactamente los productos.
F.C.: Las máquinas difusoras, de diseño propio, se fabrican en la localidad alicantina de Ibi, al ser sinónimo de calidad y por la infraestructura de la zona para fabricar productos de esta naturaleza. Las recargas y consumibles se fabrican en Zaragoza, por su valor estratégico en el plano logístico, mientras que los aromas se conciben y formulan en Ibiza.