El ‘annus horribilis’ de Sam Altman no ha impedido que OpenAI entre en el club de los 100.000 millones de dólares
La empresa que lidera la carrera armamentística de la inteligencia artificial podría estar a punto de ser todavía más valiosa.
OpenAI estaría en proceso de conseguir una nueva ronda de financiación que valoraría su negocio en más de 100.000 millones de dólares (unos 89.800 millones de euros al tipo de cambio actual).
Tal y como ha publicado el Wall Street Journal, que ha citado a personas familiarizadas con los detalles del posible acuerdo, la ronda de financiación estaría liderada por la firma de capital riesgo Thrive Capital, que tendría intención de invertir alrededor de 1.000 millones de dólares (algo menos de 900 millones de euros).
Todavía no se ha revelado qué otras compañías o inversores podrían participar en la operación.
OpenAI se ha convertido en una de las startups más valiosas del mundo desde el lanzamiento de su generador de texto por IA, ChatGPT, en noviembre de 2022. Tras completar una oferta pública de adquisición en febrero de 2023, la empresa fue valorada en 77.200 millones de euros y ha recibido en torno a 11.600 millones de euros de parte de Microsoft y miles de millones más en inversiones externas.
Los inversores se han apresurado a respaldar a esta compañía gracias al éxito que ha alcanzado ChatGPT, que ha llegado a acumular cientos de millones de usuarios mensuales.
La organización de OpenAI está dividida en dos ramas: la matriz, sin ánimo de lucro, que se fundó en el año 2015, y la filial, con ánimo de lucro, que creó en el año 2019 con el objetivo financiar su misión de desarrollar una inteligencia artificial general (AGI, por sus siglas en inglés).
Según ha dado a conocer ahora el Wall Street Journal, los inversores tendrían derecho a recibir una parte de los beneficios que genera la rama con ánimo de lucro de OpenAI.
La elevadísima valoración de la startup podría llegar en un año que está siendo especialmente tumultuoso para la desarrolladora de ChatGPT.
El pasado mes de noviembre, el CEO de OpenAI, Sam Altman, fue brevemente destituido por su propia empresa, después de que su junta directiva dictaminase que no había sido «coherentemente sincero» en sus comunicaciones con ella.
En mayo de este año aparecieron noticias de que la organización obligaba a sus trabajadores a elegir entre firmar unos acuerdos de confidencialidad (NDA) especialmente restrictivos o arriesgarse a perder sus derechos laborales.
Luego llegó la polémica con la actriz Scarlett Johansson, que alegó que la compañía había utilizado su voz sin su consentimiento para promocionar uno de sus nuevos productos.
Pero quizá lo más grave haya sido la marcha de algunos de sus investigadores más destacados en los últimos meses. En mayo, el científico jefe y cofundador de OpenAI, Ilya Sutskever, anunció su dimisión; más tarde sus compañeros Jan Leike y John Schulman se fueron a la competencia, Anthropic; y los investigadores Daniel Kokotajlo y William Saunders también abandonaron su puesto a principios de año.
Muchas de estas salidas se han debido en parte a la preocupación de que Altman, el CEO de OpenAI, esté poniendo al desarrollo agresivo de productos —y quizá a la posible obtención de beneficios— por encima de la seguridad de la tecnología, que algunos creen que, si no se desarrolla con cuidado, podría llegar a descarrilar y a poner en peligro a toda la humanidad.