Meses antes de que cumpliera los 30 años y antes de que fuera nombrado príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán (MBS) recibió una misión vital para desbloquear el futuro de su país: la supervisión del Fondo de Inversión Pública (PIF, por sus siglas en inglés), uno de los más grandes del mundo —gestiona más de 700.000 millones de dólares.
En 2015, MBS se convirtió en presidente del fondo en el momento justo. Creado en 1971 por Fáisal bin Abdulaziz, el rey que gobernó entre 1964 y 1975 y al que se le atribuye el mérito de sanear la economía del reino. Cuando Bin Salmán empezó en su cargo, el PIF ya no era un engranaje lento del Estado: ya iba camino de convertirse en un gigante de la inversión con presencia global.
Es una tarea que el príncipe no ha rehuido. El PIF, oficialmente dirigido por el gobernador Yasir Al-Rumayyan, ha intensificado su misión de invertir en activos de alto perfil a nivel mundial. Uno de los objetivos es reducir la dependencia económica que Arabia Saudí tiene del petróleo, una mina de oro que les reporta beneficios millonarios cada año.
Esa misión, una parte fundamental de un ambicioso programa llamado Visión 2030 que está bajo la responsabilidad de MBS, depende en parte de cuán exitoso sea el PIF en generar rendimientos de sus grandes apuestas en el extranjero, y en aprovechar esas apuestas para construir nuevas industrias en casa.
“La ambición personal de MBS es, en gran medida, hacer de Arabia Saudí una economía post-petrolera altamente visible y respetada internacionalmente”, resume Steffen Hertog, profesor asociado de la London School of Economics, a Business Insider. “El PIF es su vehículo más importante en este sentido”.
Pero a medida que el PIF extiende sus alas, se vuelve cada vez más incierto cuán exitoso puede llegar a ser más allá del Golfo.
Arabia Saudí se globaliza
Un vistazo al porfolio del PIF muestra un escaparate de algunos de los nombres más prolíficos en los negocios globales.
En el sector tecnológico, ha invertido 3.500 millones de dólares en Uber, ha inyectado 45.000 millones en el Vision Fund de SoftBank, ha tomado una participación del 60% en Lucid, rival de Tesla, y se ha convertido en el propietario mayoritario de la startup de realidad aumentada Magic Leap.
Más allá de eso, ha inyectado miles de millones de dólares en LIV Golf, liderado la adquisición de Newcastle United por 415 millones, respaldado un fondo de infraestructura de Blackstone con 20.000 millones e invertido en Carnival, la mayor operadora de cruceros del mundo. En junio, el PIF amplió su participación en el aeropuerto de Heathrow en Londres.
Las cifras publicadas en julio por GlobalSWF, una firma de datos que rastrea la actividad de los fondos soberanos, encontraron que el PIF desplegó más capital en la primera mitad de 2024 que todos los demás inversores estatales, que en conjunto invirtieron cerca de 100.000 millones de dólares en el período de seis meses.
Según Hertog, de la London School of Economics, la atracción del PIF hacia marcas de alto perfil no se trata solo de hacerse más visible en Occidente. “Estas, en su mayoría, son corporaciones activas en sectores que el PIF y MBS ven como clave para la diversificación económica interna de Arabia Saudí”.
Para hacer realidad estos acuerdos, el reino ha estado ocupado en una intensa labor de cortejo.
En febrero respaldó una conferencia de dos días en Miami donde se anunciaron como oradores nombres como el líder de Blackstone, Stephen Schwarzman, y el yerno de Donald Trump, Jared Kushner. En octubre, el reino se preparará para que la élite global descienda sobre la capital, Riad, para su conferencia de inversión “Davos en el desierto”.
El evento, que ha atraído en el pasado a los CEO de JP Morgan y BlackRock, Jamie Dimon y Larry Fink, ha sido polémico en ocasiones. El presunto papel de MBS en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, del cual niega su implicación, hizo que algunos negociadores se lo pensaran dos veces.
Dicho esto, la élite corporativa mundial parece estar dejando atrás el incidente, algo de lo que los saudíes parecen ser conscientes. El tema de este año, “Horizontes Infinitos”, ofrece un guiño al alcance global que tiene en mente para su futuro.
Para las empresas globales, los gestores de fondos y los banqueros, la riqueza de Arabia Saudí ha sido un gran atractivo en un momento crítico. Mientras otros inversores han ejercido cautela ante un entorno de tasas de interés más altas, el reino ha mantenido el flujo de dinero.
Eso se debe en parte a que el fondo se ha fijado un objetivo de 2 billones de dólares en activos bajo gestión para finales de la década, y está corriendo contra el reloj para cumplir con el ambicioso programa Visión 2030.
Arabia Saudí también se encuentra inmersa en una intensa rivalidad con otras potencias económicas de la región como Emiratos Árabes Unidos, donde fondos como Mubadala y G42 han estado asegurando sus propios grandes acuerdos internacionales. Está en juego el derecho a presumir.
Un juego de alto riesgo
Sin embargo, mientras los saudíes se preparan para seguir mostrando su poder adquisitivo en el extranjero, el PIF enfrenta algunos riesgos.
Por un lado, el fondo ha tenido que aprender la dura realidad de apostar a lo grande, ya que varias de sus inversiones de alto perfil en el extranjero han tenido dificultades financieras. A principios de este mes, por ejemplo, el PIF tuvo que cubrir un déficit de financiación para Lucid inyectando 1.500 millones adicionales.
El fabricante de vehículos eléctricos recaudó más de 1.000 millones de los saudíes en 2018 después de que las conversaciones del PIF con Elon Musk para privatizar Tesla fracasaran, pero ha tenido dificultades con un alto índice de quema de efectivo y una demanda menguante de vehículos eléctricos.
El PIF también ha tenido que rescatar otra empresa. Según documentos presentados en Reino Unido este mes, el fondo ha inyectado 750 millones en Magic Leap desde principios de 2023, ya que lucha por llevar sus auriculares de realidad inmersiva al mercado general.
Para Hertog, aunque compañías como Lucid han “caído en tiempos difíciles” y otras apuestas del PIF, como el Vision Fund de SoftBank, “no han ido bien”, todavía es demasiado pronto para decir cómo resultará el rendimiento general. El fondo logró un beneficio anual en 2023 tras una pérdida de 11.000 millones de dólares el año anterior, según informó Bloomberg, aunque muchas apuestas aún están en sus primeras etapas.
“Existen riesgos inherentes al invertir en nuevos sectores, pero lo que importa no son los fracasos individuales, sino el rendimiento de todo el portafolio”, explica Hertog.
Los enredos del PIF con figuras políticas también están generando preocupaciones. Jared Kushner, yerno de Donald Trump, que fundó la firma de capital privado Affinity Partners en 2021, recibió un compromiso de 2.000 millones de dólares del PIF para su fondo debut, compromiso que ahora está siendo investigado por el presidente del Comité de Finanzas del Senado, el senador Ron Wyden.
En una carta publicada en junio, el senador expresó su preocupación de que el PIF y otros fondos de Oriente Medio estuvieran “utilizando pagos a ejecutivos de Affinity como un medio para influir en Kushner y otros individuos políticamente poderosos”.
Para Abdullah Alaoudh, director del Centro para la Democracia en Oriente Medio, parece claro que comprar “mucha influencia”, o “lavado de imagen” como lo llama, es una parte clave de las transacciones del fondo en el extranjero. Si los socios potenciales pueden pasar por alto algunas de sus actividades más controvertidas, como la guerra del Reino en Yemen, será más fácil concretar los acuerdos.
Como señala Hertog, vale la pena recordar que la principal prioridad del PIF sigue siendo su cartera doméstica. “Aunque algunas inversiones nacionales han sido recortadas, la principal ambición del fondo es la diversificación interna”, recalca.
Aun así, Arabia Saudí parece decidida a dejar su huella en el escenario global a través del PIF. El mundo estará pendiente.
El fondo soberano no ha respondido a las preguntas remitidas por BI para elaborar este artículo.