Verás, a mí también me costó mucho aprender a delegar…
Hubo una época en la que creía que, si no revisaba cada cosa en mi empresa, todo iba a des controlar… y, como no, que nadie lo haría como yo…. Te suena?
Porque, claro, uno se convence de que tiene que estar “al pie del cañón” siempre, sin respiro, como si delegar irresponsable y con la sensación de bajar el listón, ¿no?
Pues así estuve, vigilando cada detalle, revisando que todo el mundo sé estuviera ocupando de lo que tenía que hacer, revisando hasta la última coma de los informes.
Lo que al principio parecía compromiso y responsabilidad con mi negocio, después se convirtió en agotamiento, crispación y en un nudo constante en el estómago.
Tenía esa sensación de estar atrapada en una rueda sin fin y, honestamente, acostumbré a mi equipo a no asumir responsabilidad por que yo estaba siempre encima y no les dejaba espacio ni a ellos… ni a mí.
Hasta que me di cuenta de algo: si no soltaba un poco y empezaba a confiar, ese ritmo iba a acabar conmigo.
¡Fue como saltar sin paracaídas! Me daba terror. ¿Y si algo fallaba? ¿Y si no salía perfecto?
Pero lo hice. Y ese día entendí algo que cambió mi vida…
Delegar NO es perder el control, es darle a tu equipo el espacio para demostrar lo que pueden hacer y darte a ti la oportunidad de respirar y ver que muchísimas veces tu equipo lo hace mucho mejor de lo que pensabas e incluso, mejor que tu…
Delegar, cuando realmente confías, es liberador!
Al dar ese paso de CONFIAR y empezar a delegar, mi equipo creció. Asumió muchas más responsabilidad, se volvió mucho más creativo y feliz, se sentían escuchados y se involucraron más, empezamos a formar una pequeña gran familia…
Y yo de repente me vi con tiempo para pensar, descansar y hasta me permitía salir a comer sin mirar el móvil!!!
Y sí, lo reconozco, ahora soy muy fan de delegar con confianza, porque es increíble ver cómo las personas dan lo mejor de ellas mismas cuando les das el espacio para hacerlo.
Un abrazo,