La escasez de capital en los primeros meses, los gastos imprevistos que surgen al poner en marcha el negocio y los desajustes entre los plazos de pagos e ingresos de proveedores y clientes se pueden convertir en una bola de nieve para el emprendedor que arranca.
A continuación, unos consejos:
Empezar con poca liquidez
La falta de liquidez en los primeros meses de actividad del negocio es, desgraciadamente, una realidad a la que se enfrentan la mayoría de los promotores de un nuevo negocio. La razón está en una mala planificación de los ingresos y gastos iniciales por un exceso de optimismo. Con este optimismo no es que te engañes a ti mismo, sino que es consecuencia de la falta de conocimiento. Se puede planificar de mala manera desde los gastos iniciales hasta los sueldos, por ejemplo, montamos una tienda de muebles y tenemos todo el plan de negocio bien definido, pero queremos acudir a una feria del sector, el gasto que supone el transporte, las comisiones, el alojamiento, etc. no se introdujo en el gasto previo del plan de negocio.
Otro error común, es planificar los salarios, pero no incluir el gasto de seguridad social. O en los comercios, el error es olvidarse de calcular los ingresos de facturacion sin descontar el IVA. Por eso es importante, contar con un buen colchón financiero.
A estos errores clásicos se puede añadir los imprevistos mucho más difíciles de resolver, que son los imprevistos del mercado. El problema es cuando entras en esta espiral de gastos es que casi siempre coinciden con los primeros meses de actividad, cuando apenas hay ingresos para ajustar los números y te ves en la obligación de tirar de precio o incluso terminas hipotecando tu casa.
Hacer mal presupuesto
Un error muy común es hacer el plan financiero sin tener en cuenta las necesidades a medio plazo. Y justamente cuando todo empieza a ir bien parece que volvemos al principio, porque nos encontramos con que hay que realizar reinversiones para hacer frente a cambios en el mercado.
Como regla general el plan financiero se debe hacer a uno, dos y tres años. Pero si se trata de una industria tradicional, probablemente habrá que hacerlo a siete u ocho años para calcular el retorno de la inversión. Y en industrias más dinámicas habrá que ajustarlo cada seis meses. Lo importante es no plantearse este esquema como algo rígido, pero tampoco dejar de ajustarlo continuamente, porque también sería un motivo de fracaso.
Demasiados costes fijos
El exceso de costes fijos suele impedir a la mayoría de empresarios sacar a flote su negocio, ya sea nuevo o un negocio familiar. Por ejemplo, tener una tienda en un lugar céntrico, con una amplia plantilla de trabajadores, y que no entre los suficientes clientes, genera pérdidas. Al final, te encuentras con que el coste de estructura es demasiado alto para la dimensión del negocio. Que se convierte no en un problema de facturación sino en un problema de margen.
La implantación del outsourcing se ha convertido en la panacea de muchos negocios para reducir los costes fijos. Pero sólo debe aplicar a aquellas áreas del negocio que no forman parte de su actividad principal si se quieren mantener unas pautas de calidad. Otra opción interesante es la fórmula del renting y del leasing.
Endeudarse demasiado
La mitad de los emprendedores financian el cien por cien del negocio de su propio bolsillo, y otra parte importante solicita ayuda de algún familiar. El resto tienen que acudir a la financiación de bancos y empresas de capital riesgo. Esta última opción es la más arriesgada, especialmente si los recursos ajenos son superiores al 30-40% de la inversión total realizada.
Conviene tener en cuenta, sobre todo, que la asfixia del negocio por un exceso de deuda no sólo se produce por una falta de clientes. También se suele producir cuando el negocio va bien. Este mal cálculo entre los ingresos y el pago de la deuda es precisamente una de las mayores causas de fracaso de un negocio.
El estrangulamiento financiero de una empresa exitosa se produce casi siempre en empresas en las que entran en juego las economías a escala. Cuando se pide un crédito para aumentar el volumen de negocio, se corre el riesgo de que, para un volumen determinado, el beneficio obtenido no sea suficiente para cubrir ni siquiera el coste de intereses de la deuda.
Ser tacaño a la hora de invertir
El exceso de prudencia a la hora de invertir en un negocio es un error que puede acabar en fracaso por una infradimensión del negocio. Es un error que limita tanto el éxito como el crecimiento de la empresa. Si tengo un restaurante y me va bien, me puedo defender manteniendo una línea de calidad. Pero en la mayoría de los negocios tienes que reinvertir para crecer. Y si no lo haces te ahogas.
Un error común es no saber planificar de antemano las necesidades de inversión del negocio, por ejemplo, muchos negocios tienden a reinvertir unicamente en material, descuidando aspectos que a la larga serán más importantes como puede ser mejorar la imagen de la compañía con acciones comerciales, mejorar el equipo de profesionales, etc.
Ser optimista en los ingresos
Cuando montas un negocio siempre calculas mal el tiempo que vas a tardar en empezar a cubrir los gastos. Crees que vas a tener clientes desde el primer día, que vas a crecer enseguida… Y después te das cuenta de que sí consigues contratos, pero con más tiempo del que habías calculado. El resultado final, sin embargo, no siempre es el mismo. Mientras algunos de estos empresarios, encuentran una salida a este pequeño lapsus, otros no tienen más salidas que cerrar el negocio.
Conviene advertir, además, que este mismo error también se puede cometer cuando se apuesta por un negocio en franquicia. Precisamente porque en estos casos es más fácil dejarse convencer por el optimismo del master franquiciado. Para emprender en franquicia hay que tener muchos más factores en cuenta como los canones de publicidad, intereses, royalties a parte de la inversión inicial.
Servir a los morosos
En el fino equilibrio necesario para ajustar el presupuesto, tropezar con un cliente moroso puede suponer la muerte del negocio. Te puedes encontrar con un cliente que te realice pedidos muy fuertes, pero que de la noche a la mañana la empresa de este cliente cierra y te quedas con la deuda pendiente que jamás sera pagada. Esta posibilidad de no poder cobrar a un cliente te deja en una situación muy mala.
Incluso cuando empiezas a asumir riesgos cada vez mayores, puedes dar un traspié que acaba con tu negocio que ya tiene una cartera suficiente de clientes o que incluso estaba bien posicionado en el mercado.
Con tan sólo un cliente moroso, que sea lo suficientemente potente puedes empezar a tener grandes problemas de financiación, incluso con tus proveedores y después tu mismo puedes empezar a retrasarte en las entregas a grandes clientes. Los proveedores empiezan a presionarte, los clientes a quejarse, acabas pidiendo un crédito al banco para subsistir y la situación termina por hacerse insostenible.