De los multimillonarios de la lista Forbes 400 de 2023 (las 400 personas más ricas de Estados Unidos), el 70% han amasado su propia fortuna. El 59% procede de un entorno de clase media-alta o inferior. Cuanto más se avanza en la curva de riqueza, más se produce este fenómeno de millonarios hechos a sí mismos. Las 10 personas más ricas de Estados Unidos se consideran autodidactas. (Para averiguar estos datos, Forbes tiene un sistema de puntuación de la situación de cada perfil del 1 al 10; los que obtienen una puntuación de 6 o más se consideran hechos a sí mismos).
Esta cifra es significativamente superior a la de tiempos pasados. En 1982, solo el 40% de los 400 de Forbes habían creado su propia empresa; la mayoría eran simplemente herederos. ¿Quiere esto decir que el dinero viejo se va quedando fuera del mercado y va entrando nuevo dinero? Lo que es importante es entender que esto no es un reflejo de la movilidad social en Estados Unidos. De hecho, según la mayoría de las investigaciones, como el detalladísimo trabajo del economista Raj Chetty, la movilidad general de los ingresos y la riqueza ha disminuido en Estados Unidos desde hace una generación. Sin embargo, la lista Forbes 400, en la práctica es el extremo derecho de la curva. Para llegar ahí, hay que haber hecho algunas apuestas extremadamente arriesgadas que hayan dado sus frutos, apuestas que uno tiene menos incentivos para hacer si ya es rico.
Supongamos que heredas un fondo fiduciario de 25 millones de dólares (que serían unos 22,5 millones de euros) cuando cumples 18 años. ¿Vas a montar un negocio con ellos? Tal vez sí. Pero es mucho más fácil retirar un millón de dólares al año para vivir, viajar por el mundo, celebrar fiestas, y poner el resto en fondos indexados del S&P 500.
Con esta estrategia, podrías ganar una media de un 7% al año. A los 65 años, tu patrimonio neto será de unos 250 millones de dólares, y además habrás tenido una buena vida. Eso sí, no entrarás en la lista Forbes 400, donde el mínimo empieza en unos 3.000 millones de dólares (unos 2.700 millones de euros).
Por otro lado, cada año se fundan en Estados Unidos unos 5 millones de nuevas empresas. La estadística es algo engañosa porque no incluye solo startups, sino también autónomos. Aun así, si tenemos en cuenta que el 1% de esas empresas tienen un gran potencial de crecimiento, hablaríamos de unos 50.000 billetes de lotería anuales. Algunas darán en el clavo, y la recompensa por ello es tan grande hoy en día que quien lo consiga superará con creces a cualquier heredero de un fondo fiduciario.
Ahora bien, esto no significa que aquellos que nacen en la absoluta pobreza tengan todas esas posibilidades de hacerse ricos; solo unos pocos multimillonarios de la lista Forbes 400 eran pobres. Ayuda tener un entorno de vida cómodo, además de pertenecer a una de las clases demográficas en las que a los fondos de capital riesgo les gusta invertir (por ejemplo, un joven empollón de ascendencia europea o asiática).
Los que nacen en mejores circunstancias, tienden a ser más aversos al riesgo.
Si te sientes cómodo y feliz, no eres el tipo de persona con la que quiero trabajar, porque probablemente no tendrás éxito
«¿Por qué los niños ricos de segunda generación nunca tienen tanto éxito?», se pregunta el CEO de Social Capital, Chamath Palihapitiya, que se trasladó con su familia de Sri Lanka a Canadá y trabajó en un Burger King para ayudar a mantenerlos. En lugar de la madre o el padre emprendedores, cuyo mantra era «qué-tengo-que-perder», el del niño tiene más que ver con el riesgo de fracasar en sus proyectos, explica Palihapitiya. «No importa lo que los padres le digan a ese niño, pues no ha nacido en las mismas circunstancias y tiene más cosas que perder», añade.
También puede ayudar algo más: ser una persona marginada. Josh Wolfe, de Lux Capital, cree que venir de un entorno marginal te da más probabilidad de éxito. Sentirse marginado o excluido puede hacerte extremadamente competitivo. Los fondos de capital riesgo quieren fundadores que estén dispuestos a comprometerse con proyectos de baja probabilidad de éxito (ideas sobre las que creen que el resto del mundo está equivocado) durante una década o más. ¿Qué motiva a una persona a hacer algo así? Wolfe, que creció en un hogar monoparental en el barrio neoyorquino de Coney Island, dice que cree que hay una respuesta común: la venganza.
«Puede ser porque los dieron en adopción o porque vienen de un hogar roto», reflexiona. «Puede ser por ser la única minoría en un barrio mayoritariamente blanco y homogéneo, o el niño obeso en una ciudad donde se juega al fútbol americano. Gente con la piel gruesa por no encajar y a la que no le importa destacar. Estos perfiles pueden desarrollar una rabia que les lleva a querer superarse y demostrar lo buenos que pueden llegar a ser», argumenta Wolfe.
Permíteme aclarar dos cosas. En primer lugar, la adversidad puede ser buena pero solo hasta cierto punto. Es casi seguro que hay un umbral a partir del cual las desventajas son demasiadas. Elon Musk tuvo una infancia difícil y se distanció de su padre; Thiel era gay y no salía del armario; Jeff Bezos era adoptado, pero todos ellos eran privilegiados en otros aspectos. Tenían problemas, pero contaban con suficiente capital social como para ser tomados en serio por inversores, empleados y clientes.
Y segundo, esto no siempre sale bien. Esa competitividad puede canalizarse tanto de forma constructiva como autodestructiva, y los traumas infantiles tienen efectos negativos en el curso de la vida. Pero tampoco estamos hablando de la media: estamos hablando de ese pequeño porcentaje que pasa de pobre a multimillonario, el 0,0001%. Suele tratarse de personas que, o bien son irracionalmente amantes del riesgo porque no tienen nada que perder, o bien están extraordinariamente motivadas por su proyecto y quieren demostrar a los demás que están equivocados, o ambas cosas a la vez, como en el caso de Musk.
Naturalmente, todo esto va a dar lugar a personalidades difíciles. Algunas sociedades de capital riesgo incluso parecen considerar una ventaja que un fundador sea una persona complicada. «¿Quién es mi verdadero cliente? Es un joven emprendedor desencantado y privado de sus derechos«, dice Palihapitiya, refiriéndose al tipo de personas que podrían acudir a él en busca de inversión o tutoría. «Y utilizo esas palabras específicamente, porque si estás cómodo y eres feliz», continúa, «no eres el tipo de persona con la que quiero trabajar, porque probablemente no vas a tener éxito».
Parece un equilibrio peligroso. Los fundadores de éxito pueden ser gente desagradable, ya que esto está correlacionado con la competitividad y la independencia mental. Pero ser así sigue siendo un error, no una característica. Si se empieza a seleccionar a los emprendedores porque son desagradables, se puede elegir a los equivocados, especialmente si estos ofrecen una imagen estereotipada deliberadamente que creen que gustará al inversor de capital riesgo, como hizo Sam Bankman-Fried.
Y, sin embargo, si lo único que te importa es acabar en el grupo adecuado, el proceso de selección se vuelve extraño. Supongamos que estás empezando un pequeño negocio, como una heladería. Solo quieres vender helados en una o dos tiendas y ganarte la vida decentemente, no revolucionar el negocio mundial del helado. Tienes el dinero y buscas a alguien que dirija el negocio. ¿Qué características debe tener esa persona? Me vienen a la cabeza palabras como fiable, digno de confianza, trabajador y agradable. Te darán una mayor probabilidad de éxito.
Pero, ¿y si quieres un negocio que pueda crecer 100 veces o 1.000 veces? La cosa se complica. No creo que las sociedades de capital riesgo elijan deliberadamente a fundadores que consideran poco fiables, aunque a veces pueda parecerlo porque sí buscan perfiles dispuestos a arriesgar.
En agosto de 2022, Andreessen Horowitz (A16z) anunció su última inversión: pondría 350 millones de dólares en una empresa llamada Flow, que «tiene como objetivo crear un entorno de vida superior que mejore la vida de nuestros residentes y comunidades», en otras palabras, bienes inmuebles de alquiler. La empresa fue fundada por un carismático israelí-estadounidense llamado Adam Neumann. Si el nombre te suena, es porque Neumann fue también el fundador de WeWork, una empresa que llegó a valer unos 47.000 millones de dólares antes de implosionar estrepitosamente entre acusaciones de que Neumann, entre otras cosas, se había llevado una «parte considerable» del dinero invertido a través de las fronteras internacionales en un jet privado, había despedido a una empleada embarazada y, lo que es más importante, se había expandido demasiado deprisa, provocando enormes pérdidas anuales. (Neumann, tras dirigirme a un portavoz, no ha querido conceder una entrevista).
¿Te gustaría hacer negocios con alguien así? Bueno, a mí probablemente no, aunque los viajes en avión parecen divertidos. No obstante, el pensamiento en Silicon Valley parece ser algo así: prefieren invertir en alguien que ha creado una empresa de 47.000 millones de dólares y ha visto cómo se hundía catastróficamente que en alguien que nunca lo ha hecho.
Andreessen Horowitz está orgullosa de su inversión en Flow. En febrero de 2023, Marc Andreessen me invitó a una conferencia de A16z en el espectacularmente bello hotel Amangiri en Canyon Point, Utah, Estados Unidos. Pensé que valdría la pena ir por el networking y los paisajes nevados del desierto, aunque esperaba que me dijeran que el evento era extraoficial. En la primera mesa redonda, Ben Horowitz confirmó que efectivamente el acto era extraoficial. De acuerdo. Pero como hasta ese momento no se había acordado nada, estoy en mi derecho periodístico de informar sobre la existencia de la conferencia en sí (de la que también se ha informado en otro medio), así como de la persona que estaba en el escenario con Horowitz en el momento en que hizo el anuncio. Era Neumann, como probablemente habrás adivinado. En una sala repleta de las élites de Silicon Valley, A16z lo estaba exhibiendo y enviando un mensaje.
«¿Por qué apostarían por Adam Neumann invirtiendo un montón de dinero después de todo lo que han visto? ¿Qué demonios? ¿De qué iba todo esto?», se preguntó Gurley, de Benchmark. (Gurley sacó a colación la inversión de A16z en Flow de forma independiente en nuestra conversación, ya que no habíamos hablado de la conferencia y no sé si había asistido a ella). «Si me pidieran que analizara lo que estaban haciendo, querían enviar una señal a todo el mundo», concluyó.
La señal era que no les importaba la fiabilidad: quieren fundadores que se arriesguen para crecer. Si eres ese tipo de personas, están abiertos a los negocios, la puerta está abierta de par en par y están dispuestos a hablar contigo, pase lo que pase.
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Nate Silver es el fundador de FiveThirtyEight y autor del bestseller del New York Times titulado La señal y el ruido y Al límite. Escribe el Substack Silver Bulletin.