Por suerte el amor no es todavía una métrica medible. No es un KPI, ni una moneda intercambiable en una reunión de seguimiento. El amor, por ahora, sigue siendo un territorio salvaje: no se calcula, no se compra, no se optimiza. Yo te quiero tanto para que tú me quieras el mismo tanto. Una ecuación imperfecta, humana, que funciona solo cuando nadie está mirando el reloj ni el Excel.
Lo que sí puede medirse, aunque no en números, es la intención. La intención se palpa. Se intuye. Se filtra por los gestos. La intención es el sensor que activa la confianza: cuando una marca quiere a su gente, se nota. Y cuando se nota, hay reciprocidad. No porque lo diga un estudio, sino porque se respira en la experiencia.
Se nota que una marca quiere a sus consumidores cuando decide trabajar de verdad para mejorar su día a día. Cuando elige contribuir en lugar de limitarse a comunicar. Cuando su energía se invierte en resolver un problema, en elevar un instante, en sumar algo que no estaba antes ahí. Tenemos unas audiencias tan expertas en marketing y publicidad, que saben perfectamente cuando una marca ha trabajado de verdad por mejorarles un momento. Saben diferenciar el gesto sincero del gesto cosmético. El esfuerzo real del esfuerzo que solo lo parece.
Y las audiencias, cuando intuyen la verdad, la agradecen. Agradecen el más difícil todavía: la originalidad que no busca likes, la valentía que no teme parecer excesiva, la sensibilidad que no necesita justificarse. Agradecen que una marca arriesgue, que se moje, que se implique en serio. Porque es una señal clara de que alguien, en algún lugar de esa organización, realmente se ha preocupado.
Por eso, si de verdad te importa tu audiencia, es sorprendentemente fácil que lo noten. No hace falta un gran manifiesto. No hace falta adornarlo con metáforas heroicas ni campañas monumentales. Basta con una decisión honesta, un acto que mejore una situación concreta, un detalle que solo se explica por una intención genuina de estar a la altura.
La pregunta, en el fondo, no es “¿Qué podemos contarle a la gente?”, sino: “¿Cuánto nos importa que esto salga bien… para ellos?” Cuando la respuesta es “mucho”, todo lo demás empieza a alinearse. Y la gente lo nota siempre.
Firmado por Rafa Soto, Director Creativo Ejecutivo y Socio en Summa Branding.














